Respondió Job a Jehová, y dijo: Yo conozco que todo lo puedes, y que no hay pensamiento que se esconda de ti. ¿Quién es el que oscurece el consejo sin entendimiento? Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía. Oye, te ruego, y hablaré; te preguntaré, y tú me enseñarás. De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven. Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza. Job 42:1-6.

¿Qué fue lo que hizo cambiar a Job de actitud? ¿Fueron las explicaciones que Dios le dio acerca de por qué o para qué estaba sufriendo? No hubo tales explicaciones. ¿Fue que cuando Dios se manifestó a Job inmediatamente hizo desaparecer su enfermedad y su dolor físico, y le restauró automáticamente todos los bienes perdidos? No, el texto bíblico nos dice que eso sucedió después, luego de que oró por sus amigos (ver Job 42:10).

Job seguía cargando con su sufrimiento, pero el cambio lo produjo ese encuentro especial con Dios. No es que antes no hubiese sido un hombre profundamente religioso. Dios mismo testificó ante Satanás que Job era un hombre “perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:8). Pero, por maravilloso que fuera (y lo era) ese nivel de espiritualidad, no bastaba para sobrellevar semejantes pruebas con una fe intacta, no perturbada por el sufrimiento. Necesitaba algo más, algo especial. Y lo obtuvo: un encuentro con él fuera de lo común. Ver a Dios.

Hoy, todavía Dios parece callar. Pero llegará el día en que todos tus dolores desaparecerán. Jesús regresará a buscarnos. Veremos cara a cara a Aquel que también se dejó tocar violentamente por el sufrimiento, que fue “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Isa. 53:3).

Tendremos los primeros mil años iniciales de la eternidad para que Dios nos dé todas las explicaciones de los hechos terribles que ocurrieron aquí (ver Apoc. 20). Pero, lo que mayor consuelo nos dará será que estaremos con nuestro Dios-Redentor. Disfrutaremos de su presencia, de su amor infinito, de su sabiduría sin límites. Y sentiremos que eso compensará por la eternidad todos nuestros padecimientos en este mundo.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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